Contacto con tacto

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Me defino enamorada del género humano, de su imperfección y belleza, de sus certezas y contradicciones, por este motivo quiero compartir contigo una contradicción invisible con la que habitualmente solemos tropezar o más bien caer de culo, al menos yo. Por ese motivo y porque estoy inmersa en el estudio de primero de psicología gestalt, el título de este post no podía ser otro que contacto con tacto. 


Es obvio que el ser humano necesita contacto aunque no lo es tanto el crecimiento que nos proporciona y es que la forma en la que establecemos o evitamos el contacto define nuestro carácter y por ende nuestra vida.


El contacto transforma nuestra experiencia en una fuente de aprendizaje, un proceso que va mucho más allá de lo físico y que conlleva acciones, palabras, buenas intenciones y sobre todo tacto, mucho tacto.


Pese a nuestra necesidad de afecto y contacto descuidamos comunicaciones y relaciones, por nuestra habitual falta de consciencia, la misma que nos falta al respirar o caminar.


Los Polsters señalaban en 1973: «El contacto auténtico sólo existe entre seres separados que necesitan independencia y que siempre se arriesgan a quedar cautivos en la unión». 

Desde ese punto de vista el contacto parece cosa de valientes pues supone atravesar una frontera, la del Yo, para llegar a ese lugar donde la vida sucede. El contacto implica voluntad y también coraje, en tanto nos obliga a traspasar esa zona errante, áspera y segura que también es la soledad.


Hay personas con límites rígidos cuya expansión de esa frontera que es el Yo la experimentan como amenaza, sobrecarga psíquica, sensación de abismo o exceso de emociones. Personas reacias al cambio que prefieran funcionar en ambientes que los limitan pero les son familiares. Para tales sujetos, un cambio de empleo o de personas significativas en su vida son transiciones extremadamente difíciles. Son aquellos que responden a la máxima de “Yo soy lo que soy y lo que siempre seré”.


Hay otras personas más flexibles, más valientes, que no se escapan, que no evitan, que no se fugan. Son aquellas que asumen el riesgo y la tarea que supone vivir. Son aquellas que realizan cambios en la frontera del Yo a lo largo de toda su vida y son precisamente estas personas las que crecen, aman y son amadas. 


Considero que si cara A del crecimiento es el contacto, la cara B es el tacto, es decir, amor y respeto por el llamado género humano, del cual tú y yo formamos parte


Me gustaría con este post, hacer visibles alguna de esas contradicciones que a veces nos hacen andar de culo y además compartir contigo 4 de las consignas que definen mi forma de establecer contacto. Son mi brújula y me ayudan a no perder el norte. Espero y deseo con ello que tú encuentres el tuyo para seguir creciendo y aprendiendo. 


1.- La prisa es una agresión.

2.- La sinceridad sin respeto es una agresión

3.- El respeto está por encima de cualquier verdad, de la tuya y de la mía. 

4.- El respeto es el mapa silencioso que permite transitar por el territorio ajeno.


El contacto es una ecuación entre diferencias que se tocan y nos acercan cuyo resultado es ese maravilloso lugar donde la vida sucede.


Piénsalo 😉

 

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